La bacteria Helicobacter pylori es un agente patógeno que puede afectar el estómago seriamente. Dentro de sus principales síntomas se pueden mencionar el dolor y el ardor abdominal, el malestar en la parte superior del mismo y las náuseas. Sin embargo, estos no son los únicos síntomas.
Esta bacteria es la causa más común de gastritis y úlcera gastroduodenal (úlcera péptic), según los datos del Manual MSD.
Fue descubierta y descrita en 1983, nos llama la atención la virulencia que tiene a la hora de infectar y de alojarse en pacientes sanos.
Con el simple contacto a través de nuestras manos, la H. pylori se instala al instante en la mucosa del estómago o duodeno, ocasionándonos un gran malestar.
Ahí donde las medidas higiénicas no son siempre las más adecuadas, esta bacteria puede infectar con mayor facilidad.
Si bien es cierto que la incidencia es mayor en este tipo de condiciones, nadie está exento de sufrir en alguna ocasión unos cuantos días de convalecencia, dolores que, de no tratarse de forma adecuada, pueden derivar en gastritis crónicas o en las siempre peligrosas úlceras.
Causas de la propagación de la Helicobacter pylori
A día de hoy los médicos y científicos no tienen del todo claras las causas por las cuales esta bacteria entra en nuestro interior. No obstante, y dada su facilidad a la hora de contagiarnos, hay una serie de aspectos comunes:
- Es habitual contraer esta bacteria en la infancia. Es una época en la que somos más vulnerables a las infecciones y a las bacterias.
- Los médicos nos dicen que casiun 60 % de la población puede tener esta bacteria en su interiorde forma asintomática. Y así puede seguir durante toda nuestra vida sin causarnos daño alguno.
- La vía de transmisión es persona–persona, o a través del agua o la comida infectada.
- Hay quien nunca evidenciará ningún síntoma, pero otras personas, llegadas ciertas edades, empezarán a sufrir gastritis, úlceras gástricas, ardores, reflujos, etcétera.
Síntomas
Lo más común es que la bacteria esté en nuestro estómago o intestino y que siga así sin evidenciar ningún síntoma ni molestia.
Ahora bien, si deseas saber con seguridad si este organismo está en tu interior, puedes consultar con tu médico para que te haga la prueba pertinente.
Consiste en analizar el aliento del paciente, después de haber ingerido un líquido que contiene un isótopo no radiactivo. Si tenemos en nuestro cuerpo la bacteria, esta trasformará la urea en CO2 y amoniaco.
El CO2, entonces, pasará a la sangre y se eliminará por los pulmones siendo detectado en el aire espirado.
En caso de que ya sufras problemas digestivos, lo más común es que tu médico recomiende hacer una endoscopia para analizar la mucosa del estómago.
No obstante, de tenerla alojada en nuestro estómago, suele sera partir de los 40 años cuando es más común que aparezcan determinados problemas que nos podrían dar una pista de su presencia:
- Gases.
- Halitosis.
- Náuseas y vómitos.
- Malestar estomacal.
- Distensión abdominal.
- Notar que los alimentos ya no saben como antes.
- Sensación de saciedad a pesar de haber comido muy poco.
- Heces negras o anemia (debido a que padecemos ya úlceras que están causando daños a las paredes de nuestro estómago).
Tratamiento para la bacteria Helicobacter pylori
De acuerdo con el Manual MSD, para tratar la infección causada por la H. pylorise suelen utilizar medicamentos antibióticos y un inhibidor de la bomba de protones. Dicha bomba ayuda a reducir la producción de ácido en combinación con dos antibióticos y, a veces, también subsalicicato de bismuto.
Descubre: Antibióticos de amplio espectro: para qué sirven
Recomendaciones generales en torno a la dieta
- Evitar las comidas copiosas.
- Sustituir las harinas refinadas por integrales.
- Comer despacio y, preferiblemente, en cantidades moderadas. Para ello, sería recomendable realizar unas 5- 6 comidas al día.
- Reposar sentado media hora después de comer una comida principal. Nunca acostado.
- Evitar el consumo de bebidas irritantes, como las gaseosas, las bebidas alcohólicas, los zumos de frutas cítricas y los zumos de tomate.
- Evitar las frituras, los rebozados, los guisos, las salsas, la comida picante y todos las preparaciones que sean ricas en grasas y aceites.
- Preparar los alimentos a la plancha, hervidos en su jugo, al vapor o al horno.
- Beber suficiente cantidad de agua a lo largo del día, 30 0 60 minutos antes o después de comer.
- Reducir el consumo de sal, especias y condimentos, para evitar causar irritaciones estomacales.
- Evitar las bebidas y alimentos estimulantes (café, chocolate, etc.)
En caso de que tengas dudas acerca de cómo llevar una dieta adecuada para tu proceso de recuperación, consulta con tu médico.